martes, 22 de febrero de 2011

De Refranes y Cursilerías


No hay mal que por bien no venga. Al menos eso es lo que siempre pensó, y su afán de enfrentar el día a día con optimismo confirmaba esta ley. Al que madruga Dios lo ayuda le dijo una vez su padre, y se levantaba cada mañana con la idea de ser el mejor en lo que hacía. Cuando recibió la noticia de su traslado a la nueva sucursal, no pensó en los aspectos negativos o en segundas intenciones por parte de la Gerencia de la empresa, a caballo regalado no se le miran los dientes pensó, y acepto de buena gana su nueva posición en la institución. La nueva sucursal albergaba a un equipo reducido de personas, y a pesar de que sabía que en pueblo chico, infierno grande, la jefatura había confiado en él para dirigir al grupo de trabajo y él no tenía intenciones de defraudarlos.

Cuando se presentaron los primeros roces y problemas de convivencia, aparecieron también los primeros rumores, pero como es bien sabido a palabras necias, oídos sordos. Pero los resultados esperados no fueron los mismos que los conseguidos, y la Gerencia empezó a presionar para cambiar la situación. De él dependía que todo funcionara bien y procuró estar pendiente de todos los aspectos de la sucursal, no obstante, el que mucho abarca poco aprieta, y las cosas comenzaron a irse de las manos. La situación se volvía insostenible y se vió en la necesidad de pedir ayuda, después de todo el que no llora, no mama, concluyó.

Entonces fue cuando llegó ella. Seleccionada por la Jefatura para asistirlo y apoyarlo en todo el proceso de reestructuración que debía implementar, fué como una bocanada de aire fresco a la presión que cargaba sobre hombros. La miraba con secreta fascinación en la sucursal, moviéndose como delicada aparición entre escritorios, archivadores y estaciones de trabajo, y ya cuando no aguantó más decidió que el que no se arriesga no cruza el río, se plantó de frente a ella, en horas extraordinarias, solos los dos, aferrado a todo el valor del que era capaz. La declaración tocó fondo cuando ella dijo: "Te quiero, pero como amigo". Fue por lana y resultó trasquilado, dio media vuelta y no volvió a tocar el tema.

Dos días después la Gerencia le anunciaba que a partir del lunes la empresa prescindía de sus servicios. Esperamos que entiendas la situación y no guardes rencores, dijeron. No respondió nada, el que calla otorga, y con la frente en alto salió por la puerta principal. Luego se enteró que una semana después ella asumió su cargo, y que era la ahijada del Gerente General. A buen entendedor pocas palabras.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Una Puerta


Desde un comienzo estaban destinados a una historia juntos, pero una ceguera autoimpuesta en él y un maldito silencio quisieron que no se conocieran hasta muchos años después cuando las vueltas de la vida los habían llevado por caminos distintos y ya había media vida a cuestas. Ahora él, de pie ante su puerta, espera el gesto que ya nunca llegaría, ese impulso que lo haga alzar su mano y golpear aquella puerta para volver a incluirse en su vida, ella al otro lado, en silencio, confundida en la vorágine de sus emociones, aguarda a que el valor la obligue a abrir la puerta sin esperar la llamada y encontrar ese rostro que tiempo después procurará por todos los medios olvidar durante el día sólo para buscarlo con mayor desesperación durante la noche, en sus sueños, en un submundo que aún hoy parece increíble que se forjará de manera simultánea en ambos. Pero esa puerta, como consecuencia de las palabras, ya no se volvería a abrir nunca más, al menos ya no para ellos. Ella volvería a buscar la compañía en otras personas, la complicidad de las caricias en otras manos, las sonrisas en otros rostros y el olvido en otros recuerdos. Él continuaría escribiendo la historia que ya había comenzado, buscando el final feliz de sus protagonistas. No hay remordimientos. No hay culpas, salvo las que el tiempo estimó necesarias, y a veces, en un arranque de nostalgia recuerdan esa puerta, y la distancia que los hechos convirtieron en abismo. Hoy ella bebe un café y sonríe ante un agradable comentario. Él enciende un cigarrillo y se detiene a mirar un árbol, luego reanuda la marcha rumbo a un programado encuentro. Ninguno de los dos olvida al otro, probablemente nunca lo hagan, y recurran a ese submundo refugio de los recuerdos en busca del rostro anhelado. Desde un comienzo estaban destinados a una historia juntos, pero aquella puerta, que es la traducción de tantas palabras dichas, de tantos años de silencio, permanecerá estando cerrada.