miércoles, 1 de junio de 2011

Mi manera de ver las cosas



Por azar del destino, llegué a esta vida con una visión particular del mundo, crecí entre palabras de apoyo y manos innecesarias. Comprendí que mi manera de ver las cosas no era la misma que la del resto de las personas, o de la gran mayoría al menos. En opinión de mi madre siempre fui demasiado maduro para mi edad, lo cual no evito que me llevará de su mano por la vida, sobre protegiéndome, hasta el fin de sus días. En palabras de mi padre nunca llegaría a ser alguien importante, pero nunca lo he juzgado por ello pues su prejuicio fue común en mucha gente a lo largo de mis años, aún así incondicionalmente me apoyó y respaldó en cada una de las ideas descabelladas que tuve de niño y no tan niño también. Aprendí a conocer a las personas mucho antes que ellas lograran conocerme a mi y puedo detectar una mentira con una precisión matemática, al punto que rara vez puedo decir que alguien me ha engañado. Cada detalle me habla de las intenciones de la gente, su aroma, su manera de hablar, su forma de tocar, la entonación de su voz e incluso su manera de respirar. Me hice asiduo lector y descubrí un mundo que difícilmente se puede comparar al imaginario de alguien mas. Con el paso de los años me sentí tan solo como acompañado, pero mi autosuficiencia me permitió sobrellevar la soledad y apreciar cada momento de grata compañía. Finalmente descubrí el amor, como muy pocos pueden hacer, me enamoré de una voz y un alma, y soy feliz junto a ella, una mujer que aprendió a ver la vida, irónicamente, a través de mis ojos y compartir la riqueza de la plenitud de los sentidos, cuando con los ojos cerrados disfrutamos el atardecer de un día de verano o el sutil toque de la lluvia en nuestros rostros. Por cierto, mi nombre es David, y soy no vidente de nacimiento.

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