Samuel abrió la puerta frustrado, afligido, se sentía cruelmente traicionado. Dio un portazo y se quedó mirando el pequeño regalo envuelto que aún tenía en su mano izquierda. Una oleada de cólera le hizo cerrar los ojos con fuerza y lanzar el regalo con desconocida fuerza sin ver donde caía.
Martina bajaba por la avenida con las bolsas de la reciente compra en el almacén, esa noche vendría Fabián a cenar y quería que todo fuese perfecto. Caminaba con una sonrisa en los labios cuando vio como algo pasaba volando y caía a sus pies. Miró a ambos lados pero no pudo descubrir de dónde provenía. Cambió todas las bolsas a una sola mano y se inclinó para recoger el misterioso paquete. En el momento que lo tomó sintió el bruco empujón y como era despojada de su cartera al tiempo que veía al ladrón darse a la fuga calle abajo hecho una exhalación.
Rolando corría sin mirar atrás con un solo objetivo: desaparecer entre las calles y la multitud que a esa hora pululaban por el centro. El bolso recién sustraído firmemente bajo el brazo, mientras a toda prisa doblaba una esquina. Escuchaba al pasar vagos comentarios y algún ocasional “¡Párenlo!". Y entonces cometió el error de voltear, para acto seguido sentir el tirón en su brazo y caer aparatosamente contra una vitrina. Se incorporó rápidamente dejando caer el botín sin fijarse en quien había detenido su fuga, y continuó su escape ahora con las manos vacías.
Samuel, con una mezcla de sentimientos entre rabia y sorpresa, y el torrente de adrenalina a tope en su cuerpo, observó como el ladrón huía dejando atrás la reciente adquisición. Se agachó y recogió el bolso, mientras una mujer de edad alababa el actuar del joven diciendo que faltaba más gente como él. Abrió el bolso y rebuscó en su interior hasta que dio con un número de teléfono que decía Casa.
Fabián contestó el teléfono mientras dejaba a Martina sentada y afectada por el robo en el gran sofá de cuero negro. Tras un breve intercambio de palabras alzó la mirada sorprendido hacia Martina, quien al ver su expresión contuvo por un momento el torrente de emociones para entender que ocurría. Fabián dictó la dirección de la casa y colgó el auricular. Luego con una sonrisa se sentó al lado de la joven y tomó su mano.
Samuel tocó el timbre dos veces antes de que la puerta fuese abierta y Fabián lo invitara a pasar. Aceptó una taza de café y relató lo sucedido a la pareja, quienes agradecidos ofrecieron una compensación en dinero que Samuel, ahora convertido en héroe, amablemente rechazó. Al retirarse y caminar hacia la puerta, se detuvo en seco cuando contempló sorprendido como al lado de las bolsas que había traído Martina, había un pequeño paquete envuelto en papel de regalo y dentro del cual, extrañamente, sabía que había un anillo de compromiso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario