miércoles, 11 de noviembre de 2015

En un segundo


Entre el tumulto, impersonal y propio de la ciudad, se mueve entre la gente a ritmo acelerado. No hay apuro, pero debe correr, no detenerse, llegar pronto a su destino, aunque no sabe cuál es. A simple vista nadie repararía en él, es una persona más entre la multitud, no hay grandes rasgos que lo destaquen sobre el resto. Tal vez eso está bien. Así puede moverse y observar, observar y seguir moviéndose. Mira con atención las manos, rostros, movimientos y gestos, la forma de caminar y cómo reaccionan unos con otros. Y camina, de prisa, junto con el resto.

Ella, totalmente opuesta a él, destaca a simple vista, hay un algo que hace que la observen. De risa contagiosa y mirada inquieta, cabello alborotado y una personalidad encantadora. Una luz entre sombras, un faro, un descanso, un aire renovado, una compañía inolvidable y necesaria. Ella también camina, entre el tumulto, impersonal y propio de la ciudad, a su propio ritmo, analizando, pensando, a veces junto con los demás, o quizás lo demás junto a ella.


Con diferentes caminos y equipajes distintos a cuestas, caminan ambos. Entonces, en el milagro de un segundo sus miradas se cruzan, él observando y ella fluyendo en la vida. Entonces una canción hace eco en el aire y en acuarela plasma una escena con vivos colores nuevos, inventados y personales. Se crean palabras nuevas y las antiguas adquieren nuevos significados. Entonces, en el milagro de un segundo, ambos se detienen, frente a frente en medio de la gente. Y se miran. Y se sonríen. Y se encuentran.

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